domingo, 17 de abril de 2011

¿Tiene sentido hablar hoy de contexto?


“La mayoría de los miles de millones de llamadas de móvil que se producen cada hora en las ciudades y los pueblos de todo el mundo empiezan con una pregunta sobre el paradero del que llama. Los seres humanos necesitan inmediatamente saber dónde están. Es como si la duda les acosara y les hiciera pensar que no están en ningún sitio. Están rodeados por tantas abstracciones que tienen que inventar y compartir sus propios puntos de referencia provisionales”. (1)

Los seres humanos necesitan estar orientados. Tienen un innato sentido de las relaciones del cuerpo con lo que les rodea. Cualquier antropólogo medianamente solvente podría justificar su pervivencia como especie gracias a esa inestimable cualidad.

El valor del lugar sin embargo parece estarse hoy perdiendo de manera inexorable. No podemos decir que sea un fenómeno debido solo a la globalización cultural y social sino que intervienen muchos otros factores entre los que cabe destacar las nuevas relaciones del ser humano con su contexto físico, donde la ciudad y la arquitectura son factores determinantes.


Lo que parece hoy evidente es que la ciudad no es ya concebida como un lugar nacido de la historia, ni como una lenta decantación de decisiones colectivas, y menos como un sumatorio tranquilo de arquitecturas. La ciudad es hoy el lugar “deslocalizado” por antonomasia. Fragmentos urbanos de lados opuestos del globo son equivalentes desde todo punto de vista, planeamientos y arquitecturas resultan de idéntica factura y mediocridad. La globalización de la cultura ha afectado finalmente a uno de los productos más específicos de la humanidad hasta no hace demasiado tiempo: la arquitectura. Y consecuentemente y lo que es más extraordinario, ha afectado a lo que queda entre ella: el contexto.

“Vivimos rodeados de los mismos elementos, mecánicos y electrónicos. Usamos los mismos instrumentos y aparatos. Sería difícil desde el ámbito de una oficina o, si se quiere, desde cualquier lugar de trabajo, decir en qué país nos encontramos. Y lo mismo podría decir a propósito de un hospital, un aeropuerto o un supermercado. A esto hay que añadir el modo en que el transporte de masas ha alterado nuestra idea del espacio, el significado de la distancia. Todo parece estar en contra del lugar. Todo parece reclamar un mundo homogéneo, lleno de los mismos productos, inundado por las mismas imágenes. Parece como si tan sólo la ubicuidad del no-lugar existiese; como si la idea de lugar ya no tuviese valor; como si pudiésemos ignorar dónde nos encontramos, dónde estamos.
El modo en que entendemos la arquitectura exige, sin embargo, el lugar. La arquitectura se nos hace presente como realidad en el lugar.”(2)
Hasta hace no mucho tiempo el entendimiento de la arquitectura pasaba por la relación con el lugar y era sentida como una obligación no solamente disciplinar sino nacida del propio deseo de los habitantes, como signo de la toma de posesión del habitat donde se asientan.

No obstante, hace unas décadas, el contexto fue entendido como una herramienta de primer orden para garantizar la continuidad de la ciudad y de la arquitectura como forma y como historia. ¿Qué ha sucedido para que se produjese este brusco viraje en uno de los fundamentos más estables de la arquitectura como disciplina?

Tal vez la asunción por parte de la profesión de lo que significa la arquitectura para la sociedad sea uno de sus principales motivos. Otro, quizás, que el contexto, como fue entendido en los años 80, dejaba de lado muchas de sus más hondas exigencias y complejidades. El contexto, reducido a un mecanismo automático de trabajo, injertado en un proceso como un simple silogismo desde el que desprender el proyecto, resultó, a raíz de lo visto, una estafa contraproducente.

Explicar el contexto en base a la aplicación de conceptos como el de tipología, la obediencia a un “genius loci” o a los aspectos puramente formales en relación a cornisas, huecos o materiales, sirvió solo como una débil excusa de trabajo y tal vez durante un tiempo para la protección normativa de lugares consolidados de la ciudad. Sin embargo se privó a la arquitectura de actuar con la libertad capaz de transformar de raíz los lugares en la que se establece. Y a nadie se le oculta que esa es una posibilidad irrenunciable y en algunos lugares, acuciante. La posibilidad de negar o activar el lugar donde se asienta es uno de los postulados exigidos a la arquitectura desde que existe como tal.


Con el cambio de siglo el interés por el contexto ha ido deslizando sus energías hacia puros mecanismos de generación de forma, hacia paisajes y topografías que trataban de establecer continuidad, más que en fachadas y alturas, en el espacio público. Así el contexto ha sido entendido desde finales de los 90 como un suelo plegado fruto de la alteración topográfica de la calle. Una topografía artificial capaz de completar con la arquitectura el espacio público que llegaba desde el exterior. Es decir, fue sobre el peatón y su caminar donde se volcaron las energías para garantizar la continuidad de la ciudad. O en otras palabras, desde un programa auspiciado por la topología. Poca cosa, en verdad, si contemplamos lo que en la historia significa el lugar para la arquitectura.

La arquitectura no necesita de la continuidad para establecer sanas relaciones con la ciudad o el paisaje. Prueba de la fragilidad es estos gestos, es de hecho, que esas topografías artificiales se hayan ido reduciendo en la última década hasta desaparecer como un mero rastro estilístico. Del leve contacto con lo existente se ha pasado a una total ruptura.

En la actualidad nos hallamos en un instante en que se reclama a la arquitectura ser fuente de espectáculo capaz de generar ganancias lo más inmediatas posibles, y para ello el lugar resulta una sustancia inútil desde el enfoque del puro consumo mercantil. Sin embargo ese ansia por transcender se encuentra en la base más profunda de la arquitectura como un aguijón imposible de extraer.

Por ello, hoy, ni la ignorancia del lugar ni su servidumbre a ultranza son posibilidades realistas para plantear las verdaderas necesidades de la ciudad en relación al contexto. Tras la historia de encuentros y desencuentros con el lugar, ya nadie cree que el proyecto pueda nacer directamente de su entorno. Hoy sabemos que el lugar y el proyecto no mantienen una narcotizante relación puramente deductiva. El lugar antecede a la obra, efectivamente, pero solo una vez que la arquitectura se ha enraizado en él. Antes de la llegada de la edificación no podía establecerse como precursor, solo era un conjunto que contenía potencias y taras que el proyecto pone de manifiesto o descarta con su presencia física. Sin embargo, tal vez el lugar aun sea la primera materia gracias a la cual es posible ver nacer su significado en el tiempo y lograr algo de trascendencia para la arquitectura y la ciudad.

Así lo hemos visto en la historia con la arquitectura griega en los paisajes ante los que se erige, o ante esa laguna infecta que era Venecia antes de la llegada del hombre. Y no sólo como una estrategia amable de complemento sino incluso de pura oposición, como el caso de Pedro Machuca en la Alhambra, o en la catedral levantada sobre la mezquita de Sevilla. Por que también el construir sobre lo existente tiene que ver con el entendimiento del lugar. Sin embargo, y frente al poder de transformación del paisaje y de la ciudad por parte de la arquitectura, hoy ha aparecido la conciencia de su extremada fragilidad. Y el caso del Guggenheim es en este sentido especialmente preclaro.


Desde su construcción, el Guggenheim ha ido transformado rápida e inexorablemente toda la vieja ría de Abandoibarra. Con la llegada del turismo generado por el museo, la ciudad de Bilbao ha visto en pocos años la completa transformación del lugar sobre el que se asentaba. Hoy la dulcificación de los alrededores, la profunda trivialización de ese espacio, ha hecho que el objeto del propio museo haya perdido todo sentido en relación al recuerdo industrial y fabril sobre el que crecía manteniendo una interesante conversación.

De hecho ese contexto se ha visto alterado a una velocidad tal, que las obras allí en marcha trabajan en realidad sobre un lugar que ya no existe.

La constatación de este hecho debería ponernos en aviso sobre dos cuestiones: por un lado, entender el contexto como un hecho abierto, frágil y en constante trasformación. Por otro, la necesidad de hablar del contexto en un “campo expandido”, donde no solo pasen a formar parte de él cuestiones puramente físicas, sino también otras de índole intangible, como los eventos de carácter temporal, social o ecológico que se entretejen con ellos, siendo conscientes de que la diversidad urbana es un valor para el desarrollo y pervivencia de nuestras ciudades.

Tras un periodo de excesos en que hemos visto desarrollarse la arquitectura con un sentido del puro espectáculo, hoy hemos aprendido que en verdad es, por encima de todo, un ejercicio de cortesía respecto al lugar donde se asienta. Cortesía entendida más como vigilante distancia que como pleitesía esclavizante y servil.

Una cortesía que implica ver el contexto como una carga de vínculos con las edificaciones vecinas y las lejanas; una sucesión de objetos y eventos de la ciudad, ya no aislados sino unidos por lazos, en ocasiones reclamados, otras aparecidos por contraste, complemento o negación.


La arquitectura existente, en ese diálogo ya iniciado, tiene derecho de enriquecerse y ganar con lo nuevo. Lo nuevo tiene con lo existente, deber de urbanidad, es decir, de atención y comedimiento. La ciudad y el paisaje estaban expectantes antes incluso que existiesen como tales. Otras construcciones dejaron huellas sobre el solar y éste guarda memoria viva de ello. Todo estaba dispuesto para dar gozosa cabida a la nueva obra.

En el “destejido” de esas posibilidades latentes, su elección y posterior “retejido”, el lugar queda trasformado y el proyecto adquiere para sí auténtico significado gracias a este especial sentido de la cortesía.

Una cortesía capaz de traspasar y transformar el duro contexto urbano generado por los fríos parámetros de la edificabilidad o del espectáculo intrascendente.

“En un gélido día de invierno unos puercoespines se apiñaban los unos a los otros para que así, dándose calor mutuamente, no se quedaran ateridos de frío. Sin embargo no tardaron en sentir que se estaban pinchando unos a otros, lo cual hizo que volvieran a alejarse unos de otros. Luego, cuando la necesidad de calentarse los volvió a juntar, se repitió por segunda vez aquel mal, de modo que estos dos sufrimientos los estaban lanzando de un lado a otro, hasta que encontraron una distancia moderada en la que mejor podían soportar aquella situación. Y a esta distancia la llamaron cortesía”.(3)
(1) BERGER, John, “Diez notas sobre el lugar”, Diario el País, 16/07/2005.
(2) MONEO, Rafael, “Inmovilidad Substancial”, en MONEO, Rafael, El croquis 1967-2004, El Croquis Editorial, Madrid, Octubre 2004, (Ed. Or., “The Murmur Of The Site”, Anywhere, Ed. Rizzoli. New York, 1992)
(3) SCHOPENHAUER, Arthur, Parerga und Paraliponema 11 & 396, (en castellano en SCHOPENHAUER, Arthur, Parerga y Paraliponema. Escritos filosóficos menores, Ágora, Málaga, 1997)

lunes, 11 de abril de 2011

Eduardo Soto de Moura - Premio Pritzker 2011-

El arquitecto portugués Eduardo Soto de Moura ha sido galardonado con el Premio Pritzker de Arquitectura 2011 según ha hecho pública la Fundación Hyatt. El premio Pritzker es el máximo reconocimiento en el mundo de la arquitectura.



Soto de Moura comenzó su práctica profesional trabajando en el despacho de Alvaro Siza, Pritzker en 1992, abriendo su propia oficina en el año 1980 y ejecutando más de 60 proyectos, la mayoría de ellos en Portugal y con una fuerte presencia en Alemania, España, Suiza, Reino Unido e Italia.


Desde 1979 el Premio Pritzker es entregado en vida a un arquitecto que ha tenido contribuciones significativas a la humanidad y el entorno construido a través del arte de la arquitectura. El arquitecto Eduardo Soto de Moura recibirá el premio en una ceremonia que se llevara a cabo durante el mes de mayo en el auditorio Andre W. Mellon de la ciudad de Washington D.C.

Museu Paula Rego, Casa das Histórias, Cascais, Portugal by Eduardo Souto de Moura

Quinta do Lago, Algarve (1984-89)

Estadio Braga(2004)

Torre Burgos(2007)




miércoles, 21 de julio de 2010

Puente Erasmus en Amsterdam



Hay puentes grandes y pequeños, colgantes o flotantes, de madera, de acero o de piedra. Todos estos ejemplos ya los conocemos muy bien y usarlos es un asunto cotidiano. Un puente es una fuerte y consistente estructura y su función es, sin mayor pretensión, la de permitirnos cruzar un río o bien un vano de un lado a otro; sucede que recordamos lo importante que es un puente, sólo cuando él no está allí. 


Es por esto que me gustaría presentarles un ejemplo de un puente peatonal muy poco común y que rompe con todos los esquemas e ideas que podemos tener en mente al momento de imaginarnos un puente cualquiera. 


El puente sobre el canal Erasmus en Amsterdam pareciera ser un truco geométrico, fue diseñado por la oficina neerlandesa DP6 Architectuurstudio (Delft). 
La forma asimétrica otorga al puente una identidad especial. La transición para los peatones y los ciclistas se ha construido con chapa de acero soldada con una capa de color gris claro que pretende relacionarse con el medio ambiente creando un reflejo en el agua con una imagen siempre cambiante. 



El acero se dobló como un papel, de modo que el puente redujera su peso lo más posible. La estructura consta de tres apoyos, uno a cada extremo del río en tierra firme y un pilote de dimensiones bastante particulares en la mitad de la longitud de dicha estructura.


Este es un buen ejemplo de cómo lo construido, a pesar de tener una forma artificial, busca tener alguna relación con el medio ambiente en el cual se emplaza, en esta oportunidad se busca generar un dialogo con el agua y la naturaleza. 




martes, 20 de julio de 2010

El legado del Bahaus



La Bauhaus marcó un antes y un después en el desarrollo de la arquitectura y el diseño desde la primera mitad del siglo XX. Durante las primeras tres décadas del siglo pasado, la arquitectura alemana marcó importantes pautas, entre ellas es fundamental la escuela de diseño, arte y arquitectura Bauhaus, fundada en 1919 en Weimar (Alemania) por Walter Gropius, el arquitecto, urbanista y diseñador alemán nacido en 1883 que dispuso un centro educativo donde se enseñaba a los estudiantes a utilizar materiales modernos e innovadores para crear edificios, muebles y objetos originales y funcionales. 




Esas enseñanzas cruzaron fronteras y épocas y han llegado hasta nuestros días. Incluso en México la Bauhaus marcó su impronta. Precisamente desde hace algunos días el Museo Franz Mayer presenta la muestra Las huellas de la Bauhaus, que se enfoca en el legado del diseñador estadounidense Michael Van Beuren. 




La Das Staatliches Bauhaus (Casa de la Construcción Estatal), conocida como Bauhaus, se convirtió pronto en una corriente cuyos inspiradores fueron Walter Gropius y Ludwig Mies van der Rohe, quienes difundieron por todo el mundo su estilo y pensamiento a través de propuestas que partían de la idea de una necesaria reforma de las enseñanzas artísticas como base para una transformación de la sociedad de la época. 




La escuela, que fue cerrada por las autoridades prusianas, en manos del partido nazi, en 1933 tenía como uno de sus principios básicos en la arquitectura de que “la forma sigue a la función”; pero además sentó las bases normativas y patrones del diseño industrial y gráfico. 


Las etapas 


A lo largo de su historia, la Bauhaus tuvo sedes en tres ciudades: Weimar, Dessau y Berlín; y cruzó tres fases creativas: una primera época idealista y romántica, la segunda más racionalista, y la tercera, con mayor reconocimiento, definida como un arquitectura profundamente subversiva. 


La escuela Bauhaus fue también el experimento vital de una comunidad conformada por aproximadamente mil 500 jóvenes, que al término de la Primera Guerra Mundial se lanzó con entusiasmo a la construcción de una utopía social de nuevas formas de convivencia.


Buena parte de esa comunidad, que vivió el cierre de la escuela en 1933, emigró hacia Estados Unidos, donde le dio continuidad a la Bauhaus; incluso, en 1951, el arquitecto y escultor suizo Max Bill, siguiendo los lineamientos de la Bauhaus original, fundó en Ulm la Escuela Superior de Proyectación, la cual ahora es conocida como la Nueva Bauhaus. 

 

NOAH en Nueva Orleans, un diseño conceptual de ciudad flotante


El Hábitat de Arquitectura ecológica de Nueva Orleans o NOAH [New Orleans Arcology Habitat] es una propuesta urbana de arquitectura ecológica realizada por E. Kevin Schipfer. El diseño alberga 40,000 personas en una plataforma flotante triangulada que incluye apartamentos, tres hoteles, tres casinos, espacio de retail, aparcamiento para 8,000 vehículos, instalaciones culturales, espacios públicos, equipamiento educativo e instalaciones sanitarias.


NOAH es una propuesta de arquitectura ecológica urbana cuya filosofía se basa en la combinación de una estructura de gran escala urbana y sostenible, concretándose en este caso en una ciudad flotante. NOAH es una demostración ideal de un proyecto con las mejores aspiraciones.


Nueva Orleans es una ciudad con ricas tradiciones e importancia estratégica. También es una ciudad con necesidades particulares, a corto y largo plazo, que deben ser encauzadas. Estas necesidades han sido dramatizadas en mayor medida debido a su localización, que la ha situado en conflicto directo con las fuerzas de la naturaleza provocando obvios impactos. Si las predicciones del cambio climático global fueran remotamente ciertas, Nueva Orleans estaría ya en ese futuro escenario. Por tanto, Nueva Orleans tendría una oportunidad sin precedentes de establecer nuevos estándares creativos que solucionasen ambos problemas y a su vez ofrecieran una dirección que sirviera como prototipo o modelo para satisfacer las necesidades futuras de las ciudades costeras.


El proyecto propone una nueva fórmula de diseño urbano para Nueva Orleans. La escala, el presupuesto económico y la formación estructural de NOAH son elementos viables según las previsiones de crecimiento y de tecnología de hoy día. Existen las obvias consideraciones políticas y económicas que modificarían los límites actuales de esta propuesta. Este es un proyecto con un enorme potencial que da un paso más allá en las expectativas actuales para Nueva Orleans y otros lugares en el límite de la nueva era de las posibilidades de crecimiento urbano-. [E. Kevin Schopfer].





lunes, 12 de julio de 2010

Dubai: Crecimiento acelerado


Dubai se ha vuelto famosa por sus rascacielos e islas artificiales. Se ha convertido también en un centro financiero de envergadura mundial gracias a sus grandes proyectos de urbanización y turismo. Por tanto, ha crecido de una manera impresionante en los últimos quince años para convertirse en una ciudad de clase mundial y una utopía global. Sin embargo, parece que las consecuencias ambientales y sociales de este crecimiento acelerado no han sido tomadas en cuenta.

Para darnos una idea de la velocidad de su crecimiento basta conocer algunos hechos:
  • Dubai posee 25% de las grúas de construcción del mundo
  • Su línea costera pronto será el desarrollo urbano más extenso del mundo
  • En esta región se encuentran las más grandes islas artificiales del mundo. Ellas forman un centro turístico con 2000 villas, 40 hoteles del lujo, etc., en donde se podrá tener una población de 500,000 personas
  • En Dubai se encuentra el hotel y edificio más alto del mundo, considerado el único siete estrellas y el más lujoso. También se encuentra el primer hotel bajo agua
  • Dubailand será un parque de diversiones del doble del tamaño del Walt Disney World en Orlando, construido en 3 billones de pies cuadrados a un precio de 20 billones de dólares para satisfacer 200,000 visitantes diarios
  • El mall más grande del mundo se terminó de construir en el 2008
  • Su sistema de metro y aeropuerto serán los más grandes del mundo
  • En Dubai podemos encontrar el ski resort bajo techo más grande del mundo en medio de una zona desértica y bastante caliente

Dubai en 1990.

Dubai, misma calle en 2003.

Dubai, misma calle en 2009.

Esta ciudad, dedicada a romper record Guinness, es una metrópoli vista como un mercado de consumismo en donde hay cantidades inmensas de especulación y flujo de dinero; una urbe llena de paisajes de exceso y por tanto insostenible desde un punto de vista ambiental.




La construcción de islas artificiales, por ejemplo, son una gran preocupación para la ecología marina. El trabajo de construcción ha dejado aguas lamosas en lugar de las cristalinas que existían en el área hace veinte años; varias especies peligran extinción, entre ellas los corales marinos; las playas se erosionan con el cambio de corrientes naturales; y la lista sigue, sin mencionar que el calentamiento global podrá cubrir estas islas en unos años si el mar sube su nivel como se ha previsto. Se presumen esfuerzos por aliviar estos daños monitoreando y rehabilitando el área, sin embargo, es dudoso que se examine el problema de una manera objetiva ya que el manejo de esta reserva marina, la segunda con más diversidad en el mundo, no esta a cargo de la municipalidad de Dubai sino de la desarrolladora Nakheel que construye las islas.

Desde un punto de vista humanitario, Dubai tampoco hace un buen papel. Los trabajadores, por ejemplo, son pagados conforme a su nacionalidad y sus condiciones de vivienda son deplorables, paradójicamente ya que ellos se dedican a construir viviendas de fantasía.

Por más impresionante que sea el desarrollo de esta ciudad, se debe reconocer que las consecuencias de este proceso son negativas. Dubai es una urbe donde hay más trabajadores de construcción que ciudadanos y sus condiciones de trabajo rayan en el esclavismo. Por tanto, se ha convertido en una sociedad jerárquica y totalitaria. Se ha convertido también en un lugar donde la velocidad de crecimiento es insostenible y donde talvez, los causantes del cambio climático sean los primeros en sufrirlo.